La juventud factor de cambio

La juventud como factor de cambio

Editorial Gedisa publica dos de cuatro tomos de la colección “Juventudes sitiadas y resistencias afectivas”, coordinada por Alfredo Nateras Domínguez

 
La juventud como factor de cambio

La juventud como factor de cambio

 La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La frase de que la juventud es la promesa del futuro sí aplica. Es el actor o el sujeto más revelador de los grandes problemas nacionales. De ahí el interés de estudiar e investigar las problemáticas por las que los jóvenes atraviesan para entender lo que está sucediendo en la actualidad.

A partir de esta interrogante, el doctor y maestro en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa (UAM-I), Alfredo Nateras Domínguez, coordinó un proyecto de investigación que se traduce en un “mapeo de ciertas condiciones emergentes y urgentes, de los jóvenes de la Ciudad de México, caracterizadas por la desigualdad y la exclusión social”.

De este proyecto que tituló “Juventudes sitiadas y resistencias afectivas” surgieron los primeros cuatro tomos. Dos de éstos fueron publicados por la Editorial Gedisa y se presentaron en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). En el  primero, “Violencias y Aniquilamiento” participan, además del propio coordinador, los investigadores Arturo Chacón, Carles Feixa, Rogelio Marcial y Salvador Cruz Sierra. En el segundo tomo, “Problematizaciones (embarazo, trabajo, drogas, políticas), participan Carlos Zamudio Angles, Elí Evangelista Martínez, Gabriela Rodríguez, Gloria Elizabeth García Hernández, Luciana Ramos Lira, María Teresa Saltijeral, Raúl Nieto Calleja y Alfredo Nateras.

“Queríamos saber cómo están las juventudes, porque tienen que ver con el país que les tocó. Actualmente es el actor o el sujeto más revelador; es en donde se ve, por su condición de ser joven, los grandes problemas nacionales. Por ejemplo, somos un país de pobres: se calcula que son 63 millones de pobres en este país, 40 millones en extrema pobreza que viven con 2 dólares diarios; entonces la violencia se dice que desde Felipe Calderón hasta la fecha van 180 mil (víctimas); de eso se calcula que la mitad son jóvenes. La otra cifra son 45 mil, 50 mil, que están matándose entre sí, entonces lo que le pasa al país a quien más afecta son a las juventudes, en ese sentido tiene una presencia muy fuerte”, explica en entrevista el coordinador del proyecto, Alfredo Nateras.

De ahí la conclusión de que de ellos depende el cambio en el País. Así como lograron mover masas en las elecciones anteriores con el movimiento #Yosoy132, esta vez lo demostraron con el temblor que devastó a varios estados. “Es una presencia muy fuerte”, añade. “Ya son jóvenes de la clase social, ya no impide en términos de que la clase alta salga también a las calles, ya los ves también”.

Pero para concretar este cambio y frenar la violencia, que Nateras llama “el armazón” de las problemáticas sociales, es necesario pensar en otro modelo de país; “no es la reforma, yo creo que (se requiere) un nuevo contrato social, en ese sentido sí creo que a este país, por una parte, le falta otro giro en la transición”.

También hay que invertirle más a la educación; “yo creo que aportándole a la educación la otra vía tendría que ser trabajar con la construcción de ciudadanías juveniles, con los niños en términos de equidad, el valor de la justicia, solidaridad, volver a tejer ese tejido social que se rompió. Hay que pensar no en una política pública de juventud en términos de gobierno, sino en términos de estado”.

Los tomos 3 y 4 de esta colección serán publicados en 2018.

FRASE:

“Se calcula más o menos, de acuerdo con la Unicef, que 5 de 6 jóvenes observan la violencia en su casa, que es muy alto; de esos 3 de 10 la padecen, por lo que el enemigo privado número uno de las juventudes es su familia”

Alfredo Nateras Domínguez

Add a comment

Afectividad y juventud votante

Afectividades y juventudes votantes

 
 
Afectividades y juventudes votantes

Afectividades y juventudes votantes

 La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Alfredo Nateras Domínguez*

Pensar a las juventudes implica necesariamente reflexionar al país y, pensar al país, pasa también de manera obligada, por reflexionar a sus juventudes, esto debido a lo que representan real como simbólicamente, es decir,además de su presencia demográfica —el INEGI estima que hay 30.6 millones de jóvenes entre los 15 y los 29 años de edad— son los sujetos y actores sociales —hombres como mujeres— que de mejor manera están dando cuenta de las contradicciones y tensiones de nuestras sociedades contemporáneas y, han sido las y los protagonistas más importantes en la expresión del descontento afectivo y del malestar social, expresado en el uso de las redes sociales —laciberpolítica/la cibermilitancia— y, en las múltiples y, multitudinarias protestas callejeras, llevadas a cabo en una gran diversidad de espacios públicos de las grandes ciudades, tanto en lo local/nacional —México— como en lo global/mundial —Turquía, Grecia, España, Estados Unidos, Honduras, Colombia, Brasil y Argentina, entre otros países—.

El estado de ánimo afectivo que recorre a una gran parte de las juventudes en nuestro país, está plagado de emociones como el enojo, la indignación, la rabia y el coraje, por los interminables escándalos de corrupción, impunidad, prepotencia y cinismo de una parte de la clase política y de sus partidos, sobretodo del PRI —remember la Casa Blanca de la pareja presidencial; o el condominio de un millón de dólares en Miami, Florida, de la exdirigente del PRD, Alejandra Barrales, ocultado en su declaración patrimonial; o el aumento desmedido del patrimonio inmobiliario de Ricardo Anaya, del PAN— aunado al fracaso de las reformas educativa, energética y económica —que tienen principalmente a estas juventudes— y, no sólo a ellas —en los umbrales de la precariedad y de la pobreza y,con serias dificultades para acceder a la educación, o para conseguir un empleo digno, o circular en sus ciudades con seguridad— las juventudes son las que más sufren la violencia tanto del Estado como del crimen organizado, recordar el caso de Ayotzinapa, Iguala Guerrero, 2014 y, que se traduce en incertidumbre, zozobra, desaliento y desesperanza; máxime ante el panorama gris y oscuro, por no poder construir sus proyectos presentes de vida, en el aquí y en el ahora social.

Algunos estados de ánimo afectivos traducidos en miedo grupal, o de dolor social, o de indignaciones colectivas, dadas las circunstancias y los acontecimientos vividos en común, como por ejemplo, las violencias sociales/el feminicido/el juvenicidio, o el terremoto del 19 de septiembre del año pasado que desnudó algunos fraudes inmobiliarios, por una parte; pueden inmovilizar e inhibir la participación y la acción colectiva, bajo el discurso en este caso de: ¿para qué votar? y, por la otra, al contrario, impulsar e incentivar la acción y la participación ciudadana electoral —juvenil— aún a pesar de los partidos y de esa clase política totalmente desacreditada para una gran parte de la gente en general y de las juventudes en particular. Y, este es a mi parecer, el gran dilema, o la paradoja a la que se van a enfrentar, aquellas juventudes que por primera vez irán a las urnas en este año electoral —y también las que ya ejercieron alguna vez su voto—.

En términos amplios, serán las juventudes —si es que salen a votar y no les vence la indiferencia y el “encabronamiento”— las que marcarán significativamente el rumbo político y social de nuestro país, particularmente para la presidencia de la República. Si bien es cierto, que asistimos a nuevas formas de organización social juvenil y de participación política, que están en clave cultural; en formatos de nuevos movimientos sociales; en asociaciones de la sociedad civil; en grupos de autogestión y; en el uso de las Tecnologías de la Comunicación y de la Información (TICS); una de sus características es que se declaran apartidistas más no apolíticos, es decir, a una parte significativa de las juventudes ¡claro¡ que les interesan los asuntos nacionales y están más cerca en apoyar las causas de las minorías indígenas; o las orientaciones no heterosexuales —LGBTI—; o a favor del respeto a los Derechos Humanos; preocupados por el calentamiento global y, muy críticos del proyecto neoliberal/del capitalismo depredador/de “cuates”; de los poderes fácticos del duopolio televisivo —TV Azteca y Televisa— entre otros aspectos.

Las narrativas hegemónicas han construido un imaginario colectivo en relación a que las juventudes son tanto el futuro del país como apáticas. Dichos discursos son totalmente falsos. En primera instancia, el futuro para una parte importante de las juventudes —las más desfavorecidas, las de las zonas populares y de las áreas rurales e indígenas— no existe porque se los han expropiado y el presente suele ser borroso e incierto y, en segundo aspecto; la trasnochada y dinosaúrica clase política mexicana, no entiende que la política formal e institucionalizada, ya se vacío de sentido y de significado, justamente para una gran parte de las juventudes, lo cual no quiere decir que no tengan o no lleven a cabo acciones sociales en coordenadas de lo político.

Como siempre ha sucedido, en épocas electorales, la clase política y sus partidos, se acuerdan de las juventudes simplemente para fines de rentabilidad y suelen utilizar de una manera descarada —aunque lo hacen toda vez— a las instituciones para la cooptación de votos a su favor, como ha sido el caso del Instituto Mexicano de la Juventud (Imjuve) —ahora cónclave de las juventudes priistas— y del Instituto dela Juventud de la Ciudad de México (Injueve) —ahora conclave de las juventudes de lo que queda del PRD—.

Esperemos que las juventudes —independientemente de su afiliación o adscripción identitaria juvenil; de sus creencias religiosas; de sus apuestas políticas; de su clase social; de su etnia; de su género; del campo o de la ciudad; estudiantes o desempleados; de sus afectividades— le recuerden al poder político/al partido otrora cuasi invencible —el PRI— y, a esa clase política corrupta, que un mundo mejor es posible donde todas las juventudes quepan y sean representadas con justicia social ¡ya¡.

*

Profesor—investigador del Deparetamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)

Add a comment

Del uso lúdico de la mariguana

Del uso lúdico de la marihuana a la descriminalización de las juventudes

 
 
Del uso lúdico de la marihuana a la descriminalización de las juventudes

Del uso lúdico de la marihuana a la descriminalización de las juventudes

 La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
Alfredo Nateras Domínguez*

Una de las prácticas sociales y expresiones culturales que han acompañado a la historia de la humanidad y a las distintas civilizaciones ha sido el uso de sustancias/drogas —junto con la alteración corporal, las violencias y las migraciones, entre las más ­sobresalientes—.

Incluso, a finales del siglo XIX (1800) y principios del siglo XX (1900), la cocaína y la marihuana en México, se utilizaban  sin ninguna dificultad. Entonces, una pregunta necesaria sería: ¿qué fue lo que sucedió para que la marihuana se prohibiera hasta la fecha en su uso lúdico y de recreación? Además, está más que claro que la estrategia de la “Guerra contra las Drogas” —instaurada por el expresidente Richard Nixon en 1974— enarbolando el discurso prohibicionista y la narrativa de: “Dile no a las drogas”, ha sido un rotundo y estrepitoso fracaso, ya que si se revisa cualquier encuesta —Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENCODAT) 2016-2017— hay una coincidencia irrefutable: los consumos de drogas ilegales aumentan y aumentan y aumentan, siendo las juventudes uno de los principales actores y sujetos sociales en cuanto a su uso.

Sabemos que la droga ilegal que más se consume en nuestro país —y, casi diría también en América Latina— es la marihuana y quienes más lo hacen —por sobre los mundos adultos— son determinados jóvenes, particularmente estudiantes. Las motivaciones, los sentidos y los significados de esos consumos son diversos y heterogéneos, es decir, no hay un solo motivo o causa. Esto nos lleva a resaltar que en todo caso no para todos usar marihuana sería un problema —hombres como mujeres— o como me lo dijo alguna vez y, hace varios años atrás, un joven integrante del agrupamiento Rastafari/Rastekas“Mire doctor, yo llevo como 25 años fumando marihuana y, la neta, creo que todavía no se me ha hecho un problema", son los usuarios funcionales como se dice desde los discursos de la prevención ­secundaria.

En este flujo y sentido de ideas, me interesa hacer un abordaje y acercamiento interpretativo/hermenéutico, en función de los diferentes sentidos y de los distintos significados posibles, que tendría el uso social de la marihuana, para determinados jóvenes —hombres como mujeres— en el siguiente entramado cultural, interrelacionado entre sí: 1) su condición de adolescentes/jóvenes; 2) sus procesos de construcción identitaria —sea la adscripción que fuese—; y 3) el aspecto de la sexualidad y el erotismo —el placer/el goce/la felicidad—.

Dicho de una manera rápida, la adolescenciala podemos entender como una edad biológica —capacidad para reproducir la especie— y la juventud una edad social caracterizada a través de sus prácticas y acciones sociales en la construcción/reproducción de la sociedad y de una cultura determinada —culturas juveniles—. En esas trayectorias o cursos de sus vidas, para ciertos adolescentes/jóvenes consumir marihuana tiene que ver con adquirir experiencia y  vivencia, que los estaría configurando y dotando de cierto tipo de repertorio sociocultural como una manera —ya sea transitoria o relativamente permanente— de estar en el todo social/cultural, en el hacer de sus vínculos en el aquí y en el ahora de sus vidas cotidianas.

A partir de la pertenencia y de la afiliación, a un determinado grupo, o colectividad —por ejemplo, ser hip hopero, rocanrolero, cholillo, estudiante o artista visual— el uso de sustancias —en este caso la marihuana— se coloca como un accesorio cultural más —como podría ser escuchar determinado tipo de música— y que posibilita compartir el universo simbólico construido en común -con otros jóvenes parecidos/similares a uno- justo en el momento de echarse “un toque”, o un “porro” colectivamente.

Aunque la vivencia y la experiencia de las drogas es individual y construida social/culturalmente —es decir, con otros y otras— tiene un estrato o tesitura —que quizás asusta y por lo tanto se le omite y oculta— en lo referente a que en ciertas circunstancias provoca placer/gozo/felicidad, ya que entra en el registro de la sexualidad y de la eroticidad. Freud decía que la sexualidad no se reduce al acto sexual/al coito sino que tiene que ver con todas aquellas acciones alejadas de la auto conservación que le causan placer al sujeto como lo podría ser precisamente fumarse un cigarrillo —o dos— de “mota”. Quizás una parte de lo que molesta a las instituciones, a los mundos adultos y a las conciencias conservadoras es el ejercicio abierto y desganado que llevan a cabo —una parte de las y de los jóvenes— cuando fuman marihuana, ya que implica el uso lúdico de las sensaciones corporales o, en otras palabras, es el derecho a la decisión relativa de sí, de hacer con la vida y el cuerpo lo que a uno le venga en gana.

Por lo que es urgente que se debata y abra la conversación particularmente con los actores/sujetos involucrados, es decir, con las y los jóvenes consumidores, a fin de que ¡ya! se despenalice el uso de la marihuana con fines lúdicos y recreativos. Con esta acción como derecho de las ciudadanías juveniles, se estarían reduciendo los niveles de violencia asociados por ser una práctica legal; sería una decisión inteligente encaminada a fomentar una sociedad más democrática, imaginativa y propositiva. Por lo que hay que regular el consumo de la marihuana. Al mismo tiempo, se abonaría a desmontar los mecanismos y los resortes de la criminalización hacia las juventudes consumidoras,ya que por lo común —la repudiada policía/“los puercos”— extorsiona y reprimen a aquellos jóvenes pachecos —usuarios de marihuana—.

No me queda la menor duda que para despenalizar el uso de la marihuana con fines lúdicos y recreativos, se requiere voluntad política de las autoridades y de los gobernantes en turno. Y también preguntarse: ¿A quiénes no les conviene? ¿Acaso será a aquellas economías criminales, a una parte de los políticos, de los empresarios y de los cuerpos de seguridad del estado que están muy implicados en el negocio? Y ¡A ver a qué hora!

*

Profesor-investigador del Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)

Add a comment

#TodosSomosMarcoAntonio

#TodosSomosMarcoAntonio: la criminalización de las juventudes

 
 
#TodosSomosMarcoAntonio: la criminalización de las juventudes

#TodosSomosMarcoAntonio: la criminalización de las juventudes

 La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Alfredo Nateras*

La noticia de la detención arbitraria/¿desaparición forzada? violando sus derechos humanos/agredido brutalmente —aunque no lo acepte Miguel Ángel Mancera— del joven/adolescente Marco Antonio Sánchez de 17 años, estudiante de la preparatoria No.7 de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ocurrida el martes 23 de enero, en la delegación Azcapotzalco, inicialmente se difundió por las redes sociales vía los indignados cibernautas/miembros de varias organizaciones de la sociedad civil y principalmente jóvenes estudiantes; desató la ira e indignación popular, así como el reclamo de su pronta aparición en comunicados de la UNAM y desplegado de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), e incluso se articularon varias manifestaciones de inconformidad empezando por la del Ángel de la Independencia, el domingo 28 y paros de varias prepas —la 5 yla 8, entre otras—.

Las autoridades de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) —totalmente desprestigiadas— de manera increíble —o mejor dicho, creíble por su ineptitud/contubernio y corrupción— se tardaron cinco días para localizarlo —aún con toda su tecnología que nos cuesta millones de pesos a los contribuyentes— ese domingo 28, minutos antes de las 11 de la noche —gracias a una llamada ciudadana— se le encontró deambulando/aturdido —y con otra ropa— en el Estado de México/Tlalnepantla/Municipio de Melchor Ocampo.

Después, fue llevado al Hospital Psiquiátrico J.N. Navarro diagnosticado como deshidratado/hipotermia/Síndrome de Delirium Mixto Secundario. Enseguida, fue remitido al Instituto Nacional de Pediatría, para revisión médica.

Este hecho —inaceptable— hay que interpretarlo —al menos— desde tres vertientes; a partir del suceso como tal/enfatizando el valor simbólico que tiene: lo que representa y significa en el ámbito socio-cultural y, más que nada, en el ánimo individual/colectivo, para una gran parte de nuestra ofendida y sufrida sociedad mexicana.

En primera instancia; hay que situarlo en el contexto de las violencias sociales que se han desbordado/que han estallado, ligado a la inseguridad incontrolable que venimos padeciendo particularmente desde el mandato del expresidente Felipe de Jesús Calderón Hinojosa (2006-2012) y de la actual administración de Enrique Peña Nieto (2012-2018). Se calcula que de 2006 a la fecha, han sido asesinados más de 200 mil personas en nuestro país. Y el dato más terrible es que de esas muertes, se estima que 120 mil o más, son jóvenes y, de esos, unos 80 mil son adolescentes y jóvenes matándose entre sí. Lo cual nos lleva a afirmar que la tesitura y el matiz de las violencias —de muerte— tienen un rostro muy claro y definido: las y los jóvenes. Estas violencias se materializan: en las familias desplazadas; las desapariciones forzadas; los “levantamientos”; el “feminicidio”; los secuestros; las extorsiones; los asesinatos a mansalva; “el juvenicidio”; las ejecuciones extrajudiciales; los asaltos en la vía pública; las detenciones arbitrarias y la violación constante a los Derechos Humanos.

El segundo aspecto: alude a lo que hemos venido denominando como la criminalización de las juventudes —de ciertas prácticas sociales/de determinadas expresiones culturales/de posturas políticas— como atinadamente lo han declarado la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF); Organizaciones de la Sociedad Civil —Cause Ciudadano, por ejemplo—; o autoridades universitarias como el rector de la UNAM, Dr. Enrique Graue —Ver, La Crónica de Hoy/1.02.18— o incluso del delegado de Azcapotzalco: Dr. Pablo Moctezuma —Ver, La Jornada/30.01.18— Si bien coincido que estamos frente a la criminalización de las/y los jóvenes —Ver, Informe especial sobre los derechos humanos de las y los jóvenes en el Distrito Federal 2010-2011 (2012)— el caso de Marco Antonio Sánchez Flores, es sólo uno más de los cientos y cientos y cientos y cientos, que vienen sucediendo desde hace bastantes años en nuestro país con absoluta impunidad de los cuerpos de seguridad del Estado —Militares/Marinos/Policía Federal/Policía Estatal y Municipal—. Además, otra cuestión no menor: la criminalización de las juventudes no se da de manera homogénea, es decir, no aplica para todas las juventudes, explico: existen más posibilidades sociales y culturales de que un joven, supongamos que este circulando o caminado la ciudad o saliendo de un evento cultural/musical o de un “antro”/discoteca, sea detenido arbitrariamente,“levantado” o golpeado por los cuerpos de seguridad del Estado, si su piel es morena o negroide; si es indígena o del campo;gay/lesbiana; si su estética corporal no es convencional —traer tatuajes/perforaciones y vestir “fachoso”—; si es de clase baja —pobre—; si vive o habita un barrio popular/zona marginal -Ecatepec/Ecatepunk; Iztapalapa/Iztapalacra-; y si además pertenece a una identidad juvenil deteriorada y estigmatizada como ser estudiante, rocanrolero, cholilloo punk.

El tercer aspecto: no basta con revisar los protocolos de conducción de la Policía y de los Ministerios Públicos —como lo propone el Dr. Mancera— ni tampoco invertir más en tecnología de vigilancia, o aumentar policías-el asunto es más grave y complejo-, ya que se trata —a mi parecer— de un asunto de cultura/de actitudes/de comportamientos/de representaciones, en relación a nuestras juventudes especialmente las precarias. Si en el imaginario de las autoridades/de las y los policías prevalece la idea —como hasta ahora— de que un joven es sospechosamente sospechoso de ser joven; de tener enfrente supuestamente a un delincuente -solo por ser joven-; de que es un marihuano y por consiguiente “narco”; o incluso de que afea por su presencia y estética el paisaje neoliberal entonces nada cambiará.

Con toda indignación/enojo sostengo que #TodosSomosMarcoAntonio y un rotundo NO a la Criminalización de las Juventudes, ya que como profesor universitario expreso: todos son nuestros alumnos —aunque no les demos clase— y, desde mi lugar de padre —de una adolescente de 16 años/Ximena, estudiante de preparatoria y, de una joven universitaria de 21/Tamara—; también afirmo que todos son nuestros hijos/hijas, porque si tocan a uno tocan a todos, por lo que hay que alzar la voz para que se escuche fuerte y estridente: No más impunidad,el esclarecimiento de los sucesos apegados a derecho, restitución del daño y urgente capacitación de los cuerpos de seguridad del Estado en relación a temáticas como: Culturas e Identidades Juveniles y Derechos Humanos, entre otras.

*

Profesor-investigador del Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana.

Add a comment

Estéticas de lo siniestro

Estéticas de lo siniestro: juventudes violentadas y violentas

 
 
Estéticas de lo siniestro: juventudes violentadas y violentas

Estéticas de lo siniestro: juventudes violentadas y violentas

 La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Alfredo Nateras Domínguez*

Un fantasma está recorriendo nuestro país, desgarrando lenta e incisivamente el tejido social e impactando de manera dolorosa, en las vidas cotidianas de una gran diversidad de personas, trastocando las afectividades y los estados de ánimo colectivo. Dicho fantasma tiene un nombre: las violencias de muerte. Tales violencias adquieren una estética —la cual posee ciertas cualidades que aluden y despiertan la sensibilidad, las emociones y los sentimientos—. Dicha estética se visibiliza implacable a través del rostro de lo siniestro —Das Unheimlich— que se asemeja al horror/a lo espantoso/a lo angustiante/a lo espeluznante/a lo repulsivo/a lo desagradable —Ver Freud, 1978. Lo Siniestro. Ed. Letracierta. México—.

Si a las violencias de muerte que se están dando en todo el territorio nacional, les atribuimos una estética de lo siniestro, entonces hay que situarlas/anclarlas —a fin de comprenderlas de la mejor manera posible— a determinados contextos históricos y políticos, a partir de la irresponsable declaración de guerra que el expresidente Felipe de Jesús Calderón Hinojosa hizo al inicio de su mandato (2006-2012) contra el crimen organizado —ahora sabemos que fue un acto de legitimidad, ante el hecho de que se hizo de la Presidencia de la República, vía un vulgar fraude electoral—.

De 2006 a la fecha —pasando por el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018)— las violencias de muerte con sus estéticas de lo siniestro y, construyendo una metáfora

—nombrar una cosa para dar a entender otra— materialmente han estallado, es decir, se han desbordado, fluyen libremente, no están siendo contenidas y, lo más alarmante: no se vislumbran las mediaciones para al menos irlas desactivando. Van las cifras duras de las estéticas del horror: se calcula que del 2006 al 2018 —y contando—hay cerca de 240 mil muertos, de los cuales se estima que 135 mil son jóvenes y de esos, unos 65 mil a 75 mil, son chavales/morritos matándose entre sí, en otras palabras, la tesitura de las violencias de muerte y sus estéticas de lo siniestro que le acompañan, se ubican en un sector claramente definido: el juvenil.

Es de todos conocido, que los actores —los profesionales de las violencias— más letales que están llevando a cabo tales acciones en relación a las estéticas de lo siniestro, son básicamente —para el caso mexicano— los integrantes del llamado crimen organizado, que están actuando con total impunidad, descaro y en contubernio. Recuérdese como suceso paradigmático el angustiante —imagínense el sufrimiento de los familiares— e, indignante caso ocurrido en Iguala, Guerrero, entre el 26 y el 27 de septiembre de 2014, que culminó con la desaparición forzada de 43 jóvenes estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, en Ayotzinapa, Guerrero.  Incluso, hubo heridos de gravedad y se asesinó a mansalva a tres jóvenes. Se conoce que fueron policías los que intervinieron, después los entregaron a una célula del crimen organizado —narcotraficantes/Guerreros Unidos—, ¿acaso fueron ellos quienes los desaparecieron?

Estas violencias de muerte con sus estéticas de lo espantoso y lo espeluznante tienen que ver con la forma y la manera en que se está matando, que rebasa cualquier límite ético y, se coloca en lo burdo, lo absurdo/lo grotesco, como cuando se desmembra un cuerpo; o se le disuelve en ácido; o se le “entamba” con cemento; o se le decapita; o se le ­“pica” —hacerlo en pedacitos y tirarlo por las coladeras—; o se queman; o incluso hasta triturarlos. En este festival como espectáculo del mercado de la muerte podríamos decir: Dime como matas y te diré a qué agrupamiento perteneces. Por ejemplo: una parte de los matones y sicarios, que trabajan para el crimen organizado, fueron entrenados en las escuela militar norteamericana llamada Las Américas y, lo hacen con altas dosis de barbarie, para causar temor/miedo a los rivales y debilitar emocionalmente a los grupos contrarios, en particular conocemos a los sanguinarios y temibles Kaibiles.

¿Cómo leer cuando un niño mata a otro niño o cuando un joven aniquila a otro joven, parecido y similar a él? Sin duda, la respuesta es muy compleja/difícil y, tendría que ser provisoria. Considero que en esos casos, en el muchacho o en la muchacha, hay vacíos afectivos muy pronunciados, una especie de agujeros negros internos donde se diluye o se difumina lo social;lugares oscuros con carencia de humanidad. Y, quizás la siguiente interrogante sería: ¿Y cómo se construye o se hace social y culturalmente un niño o un joven así? Creo que básicamente sería por el abandono en el que transcurren sus existencias, es decir, abandonados por las instituciones —educativa-laboral—; la familia y con altos déficits de afecto/de cariño/de cuidados.

Si bien el panorama es muy desolador y el paisaje del país adquiere una imagen de ser un inmenso panteón, tendríamos que preguntarnos ¿Qué hacer? Una vía es construir una cultura de paz, que apele a volver a retejer la solidaridad; apostarle al trabajo comunitario; a la resolución pacífica de los conflictos; a fortalecer los valores de la democracia —respeto a la diferencia, equidad de género y reducir las desigualdades sociales/económicas—. Lo preocupante es que la mayoría de los suspirantes presidenciales, seguirían con las mismas políticas de seguridad, que han sido un rotundo fracaso. No se trata de más tecnología —armamento/cámaras de video— sino de dar un viraje de perspectiva con creatividad, inteligencia y arrojo; tendiente a pacificar al país donde todas las voces participen y ¿por qué no? empezar con un sincero diálogo nacional.

* Profesor-investigador del Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana

Add a comment

Publish modules to the "offcanvs" position.