Éxodos infanto-juveniles

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Éxodos infanto-juveniles: entre la incertidumbre, la esperanza y las resistencias culturales

 
 
Éxodos infanto-juveniles: entre la incertidumbre, la esperanza y las resistencias culturales

Éxodos infanto-juveniles: entre la incertidumbre, la esperanza y las resistencias culturales

 La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
Alfredo Nateras Domínguez*
 

Los flujos y los procesos migratorios e inmigratorios han acompañado a la historia de la humanidad, circunscritos a una gran diversidad de contextos, motivos y significaciones; quizás los más relevantes sean los asociados a conquistar nuevas tierras, explorar situaciones diferentes de vida, intentar mejores condiciones laborales, cuestiones apremiantes económicamente hablando y los climas de violencias sociales —a partir de pertenecer a una minoría étnica, o por orientación sexual no heterosexual, incluyendo las guerras locales y las conflagraciones mundiales—.

En nuestras sociedades contemporáneas marcadas por su complejidad (Ver, Morin, 1998) estos procesos y flujos migratorios e inmigratorios dan cuenta y adquieren —entre otras consideraciones— los rostros, los matices y las tesituras de la crisis del neocapitalismo —de su falta de ética y de humanidad— en su versión de neoliberalismo económico, que ha ocasionado tremendos estragos en las condiciones materiales de vida de bastante gente, alterando y rompiendo las dinámicas de sus vidas cotidianas (Ver, Heller, 1977) y, por consiguiente, creando estados de ánimo colectivos de  temor/ miedo, de incertidumbre/ zozobra, de dolor/ sufrimiento y de bastante desesperanza.

En el caso de México, lo que estamos observando y viviendo —lo podríamos catalogar como éxodos humanos desde Centroamérica (Ver, Valenzuela, 2018)— es justamente lo más cruel e infame de ese modelo económico-cultural del neocapitalismo voraz y salvaje, que ha empobrecido a una gran cantidad de población —violencia estructural— que actúa con perversidad, ya que por una parte, el mundo se globaliza, pero por la otra, no lo hace la mano de obra —el derecho humano al trabajo en cualquier país— y, a su vez, ha colocado a bastantes personas en los umbrales y en los límites de las violencias sociales, en particular, las de muerte, que no dejan de ser, relaciones asimétricas de poder.

A partir de las reflexiones anteriores, habría varias preguntas indispensables a formular, por ejemplo: ¿Cuáles son las características más relevantes de las migraciones/inmigraciones Centroamericanas? ¿Qué motivaciones son las sobresalientes? ¿Quiénes son los sujetos, los actores sociales protagónicos y emblemáticos? ¿Qué historias y narrativas hay o alimentan tales situaciones y vivencias?

Para empezar y, teniendo como paradigma el éxodo humano centroamericano de octubre del 2018 a la fecha, 2019, hacia los Estados Unidos de América, pasando por México y llegando a Tijuana, diríamos que hay varias trayectorias, una: marcada claramente por lo laboral hacia una definida por la desesperación y la urgencia de solicitar refugio o asilo político en el país de llegada —USA—; y, la otra: pasaje de lo clandestino, individual y semiprivado de pequeños grupos, a lo visible, lo abierto, lo  público y, ante todo, lo masivo, lo colectivo y lo desbordante.

En cuanto a las motivaciones, básicamente son migraciones/inmigraciones forzadas, por circunstancias de violencias sociales —la familiar, el crimen organizado, la de las pandillas trasnacionales (la Mara Salvatrucha, MS-13, o el Barrio 18, B-18)—; requerimientos o demandas económicos —pobreza extrema y miseria al límite— y; por padecer gobiernos o regímenes políticos muy autoritarios, de ultraderecha, como sucedió en Honduras —recordar el golpe caciquil y de terratenientes contra el presidente Celaya (2009), elegido democráticamente (2006)—.

Con respecto a los actores y a los sujetos sociales que inundan los flujos migratorios/inmigratorios, sin lugar a dudas son los niños, las juventudes y las familias. El caso de las y los niños es muy significativo, ya que se calcula que son un poco más de 40% de los que están migrando y, además, lo hacen sin compañía de algún adulto, o incluso, sin familiares. De las razones conocidas están básicamente: sufrir violencia en su seno familiar; estar desatendidos, abandonados y sin cuidado, ya sea económica o afectivamente. Por lo que se refiere a las juventudes, fundamentalmente lo están haciendo —sin dejar de mencionar las violencias que padecen— porque en sus patrias de origen no solo están canceladas las posibilidades de diseñar y de construir horizontes de futuro viables con respecto a sus vidas, sino la situación es más complicada y delicada, ya que ni siquiera es factible imaginar o apostarle a un proyecto de vida en el aquí y en el ahora de sus vivencias y existencias, como por ejemplo, tener una habitación o hacer vida de pareja e incluso tener hijos o hijas. Y con respecto a las familias, llama la atención que viene compuesto por jóvenes mujeres, e incluso, madres solteras y adultos mayores. A su vez, también aparecen historias de falta de empleo y de violencias sociales —asesinatos, violaciones, amenazas, persecuciones y acoso sexual—.

En cuanto a ciertos relatos que han contado algunos migrantes, dando cuenta de su sufrimiento, la mayoría visibilizan estereotipos contra ellos y ellas —son delincuentes— estigmas —son marihuanos— y, odio, como por ejemplo, en los casos de El Salvador y de Honduras, los asesinatos que se están llevando  a cabo contra las mujeres jóvenes —feminicidios— y, también contra las mujeres transgénero, son inaceptables, vehiculizan la intolerancia, el temor y los miedos irracionales contra “lo distinto y lo diferente” a uno —la alteridad—.

Desde una visión geopolítica, los discursos anti migrantes —y, en particular, antimexicanos— han sido fomentados por Donald Trump, al referirse a ellos como los bad hombres, descritos por él como delincuentes, banda de criminales, que supuestamente atentan contra la paz y la seguridad de los Estados Unidos de América. Narrativas irresponsables, neofascistas y supremacistas, que en cierto sentido influyeron al joven cazador de migrantes, que el pasado 3 de agosto ingresó a un Walmart, en el Paso Texas, para asesinar a más de 30 personas, entre ellos, ocho mexicanos. Situación triste y lamentable, aunque la esperanza, es que las protestas contra Trump —que han sido implacables y, a la memoria de todos aquellos que han sido asesinados por su condición de migrantes, o que han muerto ejerciendo su derecho a migrar— influyan decididamente para que pierda la reelección presidencial del año entrante. La sociedad civil norteamericana tiene la palabra. Y, sólo así, se les honraría.

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Profesor-investigador del Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana

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