Del uso lúdico de la mariguana

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Del uso lúdico de la marihuana a la descriminalización de las juventudes

 
 
Del uso lúdico de la marihuana a la descriminalización de las juventudes

Del uso lúdico de la marihuana a la descriminalización de las juventudes

 La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
Alfredo Nateras Domínguez*

Una de las prácticas sociales y expresiones culturales que han acompañado a la historia de la humanidad y a las distintas civilizaciones ha sido el uso de sustancias/drogas —junto con la alteración corporal, las violencias y las migraciones, entre las más ­sobresalientes—.

Incluso, a finales del siglo XIX (1800) y principios del siglo XX (1900), la cocaína y la marihuana en México, se utilizaban  sin ninguna dificultad. Entonces, una pregunta necesaria sería: ¿qué fue lo que sucedió para que la marihuana se prohibiera hasta la fecha en su uso lúdico y de recreación? Además, está más que claro que la estrategia de la “Guerra contra las Drogas” —instaurada por el expresidente Richard Nixon en 1974— enarbolando el discurso prohibicionista y la narrativa de: “Dile no a las drogas”, ha sido un rotundo y estrepitoso fracaso, ya que si se revisa cualquier encuesta —Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENCODAT) 2016-2017— hay una coincidencia irrefutable: los consumos de drogas ilegales aumentan y aumentan y aumentan, siendo las juventudes uno de los principales actores y sujetos sociales en cuanto a su uso.

Sabemos que la droga ilegal que más se consume en nuestro país —y, casi diría también en América Latina— es la marihuana y quienes más lo hacen —por sobre los mundos adultos— son determinados jóvenes, particularmente estudiantes. Las motivaciones, los sentidos y los significados de esos consumos son diversos y heterogéneos, es decir, no hay un solo motivo o causa. Esto nos lleva a resaltar que en todo caso no para todos usar marihuana sería un problema —hombres como mujeres— o como me lo dijo alguna vez y, hace varios años atrás, un joven integrante del agrupamiento Rastafari/Rastekas“Mire doctor, yo llevo como 25 años fumando marihuana y, la neta, creo que todavía no se me ha hecho un problema", son los usuarios funcionales como se dice desde los discursos de la prevención ­secundaria.

En este flujo y sentido de ideas, me interesa hacer un abordaje y acercamiento interpretativo/hermenéutico, en función de los diferentes sentidos y de los distintos significados posibles, que tendría el uso social de la marihuana, para determinados jóvenes —hombres como mujeres— en el siguiente entramado cultural, interrelacionado entre sí: 1) su condición de adolescentes/jóvenes; 2) sus procesos de construcción identitaria —sea la adscripción que fuese—; y 3) el aspecto de la sexualidad y el erotismo —el placer/el goce/la felicidad—.

Dicho de una manera rápida, la adolescenciala podemos entender como una edad biológica —capacidad para reproducir la especie— y la juventud una edad social caracterizada a través de sus prácticas y acciones sociales en la construcción/reproducción de la sociedad y de una cultura determinada —culturas juveniles—. En esas trayectorias o cursos de sus vidas, para ciertos adolescentes/jóvenes consumir marihuana tiene que ver con adquirir experiencia y  vivencia, que los estaría configurando y dotando de cierto tipo de repertorio sociocultural como una manera —ya sea transitoria o relativamente permanente— de estar en el todo social/cultural, en el hacer de sus vínculos en el aquí y en el ahora de sus vidas cotidianas.

A partir de la pertenencia y de la afiliación, a un determinado grupo, o colectividad —por ejemplo, ser hip hopero, rocanrolero, cholillo, estudiante o artista visual— el uso de sustancias —en este caso la marihuana— se coloca como un accesorio cultural más —como podría ser escuchar determinado tipo de música— y que posibilita compartir el universo simbólico construido en común -con otros jóvenes parecidos/similares a uno- justo en el momento de echarse “un toque”, o un “porro” colectivamente.

Aunque la vivencia y la experiencia de las drogas es individual y construida social/culturalmente —es decir, con otros y otras— tiene un estrato o tesitura —que quizás asusta y por lo tanto se le omite y oculta— en lo referente a que en ciertas circunstancias provoca placer/gozo/felicidad, ya que entra en el registro de la sexualidad y de la eroticidad. Freud decía que la sexualidad no se reduce al acto sexual/al coito sino que tiene que ver con todas aquellas acciones alejadas de la auto conservación que le causan placer al sujeto como lo podría ser precisamente fumarse un cigarrillo —o dos— de “mota”. Quizás una parte de lo que molesta a las instituciones, a los mundos adultos y a las conciencias conservadoras es el ejercicio abierto y desganado que llevan a cabo —una parte de las y de los jóvenes— cuando fuman marihuana, ya que implica el uso lúdico de las sensaciones corporales o, en otras palabras, es el derecho a la decisión relativa de sí, de hacer con la vida y el cuerpo lo que a uno le venga en gana.

Por lo que es urgente que se debata y abra la conversación particularmente con los actores/sujetos involucrados, es decir, con las y los jóvenes consumidores, a fin de que ¡ya! se despenalice el uso de la marihuana con fines lúdicos y recreativos. Con esta acción como derecho de las ciudadanías juveniles, se estarían reduciendo los niveles de violencia asociados por ser una práctica legal; sería una decisión inteligente encaminada a fomentar una sociedad más democrática, imaginativa y propositiva. Por lo que hay que regular el consumo de la marihuana. Al mismo tiempo, se abonaría a desmontar los mecanismos y los resortes de la criminalización hacia las juventudes consumidoras,ya que por lo común —la repudiada policía/“los puercos”— extorsiona y reprimen a aquellos jóvenes pachecos —usuarios de marihuana—.

No me queda la menor duda que para despenalizar el uso de la marihuana con fines lúdicos y recreativos, se requiere voluntad política de las autoridades y de los gobernantes en turno. Y también preguntarse: ¿A quiénes no les conviene? ¿Acaso será a aquellas economías criminales, a una parte de los políticos, de los empresarios y de los cuerpos de seguridad del estado que están muy implicados en el negocio? Y ¡A ver a qué hora!

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Profesor-investigador del Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)

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